La elegida. En la tira es Verónica, la mujer de Pablo Echarri que se niega a aceptar que él ya no la ama. Juntos tuvieron una hija autista, de la que ella se avergüenza.
Leticia Bredice y PERFIL se suben a un coche porque, pese a que habíamos coordinado para hacer la nota al finalizar la grabación de El elegido en el microcentro porteño, le avisaron que tenía que ir a buscar antes de tiempo a Indio, su hijo. Toda la entrevista se desarrolla en el coche, en medio del tránsito congestionado de la avenida Córdoba en hora pico. Al inicio, el chofer puesto por la producción intenta meterse en la conversación, pero ella se inclina hacia adelante y con tono dulce pero palabras firmes dice “me están haciendo una entrevista, así que quedate zitto (sic)”.
“Me lo tomo con alegría”, dice poco después con una sonrisa que le cubre el rostro. Se entiende: Verónica, el personaje que compone para El elegido, tiene buena repercusión entre el público, la devuelve a las ligas locales del prime time televisivo luego de una ausencia un tanto extensa –en el medio estuvo Impostores, con Leonardo Sbaraglia, que pasó sin pena ni gloria por el rating de El Trece–. “Nuestra profesión es como una montaña rusa. Hoy me toca este personaje, pero mañana me toca otro que no me sale. Me gusta no cansar a los demás. Me he equivocado mucho diciéndole que no a tiras o películas. Este trabajo es como el bingo.”
Las imágenes que elige Brédice –“montaña rusa” y “bingo”– remiten a un azar vertiginoso. O, en otras palabras, a una locura.
“A mí me gustan los roles intensos, porque son más difíciles.” Algún gesto debe hacer el entrevistador que no termina de acomodarse en el asiento trasero del coche, porque ella insiste: “Soy estudiosa de la profesión, soy una nerd de la actuación. Trabajo los libros con un diccionario, para ver si repito mucho alguna palabra, entonces busco algún sinónimo. Trato de hacer papeles distintos. La idea de ponerme de aristócrata con trajecito, una chica de poder de la derecha argentina, supercatólica, fue interesante ya como punto de partida.”
Los aristogatos. El origen de Bredice es la clase media urbana, esa que se permitía enviar a su hija pequeña a clases de teatro con Norman Briski. Cuando PERFIL se lo recuerda, ella asiente y sabe por dónde vendrá la pregunta: cómo hizo una chica de clase media para interpretar a una aristócrata.
“Me puse a estudiar la aristocracia argentina”, cuenta. “La estudié mucho. Me fijé qué roles juegan, cuáles son sus lugares sociales. Aprendí a diferenciar entre aristócrata, oligarca, noble, cuáles son las escalas sociales entre ellos... Investigué qué hacen las mujeres de los aristócratas durante el día, de qué hablan. Mucha gente que yo conozco pertenece a esa aristocracia. Me fijaba en si tienen tono, que no tienen tanto: lo tienen sólo cuando les conviene mostrarle al otro que son aristócratas. Hablan con un vocabulario más extenso para decir algo muy sencillo. Tratan mucho de usted, no acercan el cuerpo ni ponen la mirada en contacto. Después me quedaba en la peluquería viendo cómo son. Tienen una forma de vida y de tratar a los demás muy particular, muy impune.”
La impunidad, que es uno de los temas centrales de El elegido, le llamó la atención. “Una vez en la peluquería escuché a una aristócrata que decía, muy suelta de cuerpo, ‘ah no, yo quiero que me lave la cabeza la chica de siempre, porque el chico nuevo es morochito’.”
—¿Cómo definirías a esa aristocracia argentina que estudiaste?
—Son de derecha y tienen el corazón de piedra. Viven tragedias en sus familias pero no se les ve. Saben ocultarlo. Mantienen secretos.
Las aristogatas. Más allá de esa visión de conjunto de un grupo social específico, Bredice tenía una misión específica: componer a la mujer abusada por un un abogado encumbrado (Lito Cruz), y siente culpa porque la hija que tuvo con su marido (Pablo Echarri) padece autismo.
“Son mujeres que viven para el marido, para que el marido sea alguien del poder”, define la actriz. “Son mujeres con una realidad distinta a la de una de barrio que tiene que trabajar, que tiene que tirar para adelante. Son chicos apoyados por padres con una historia que los avala, que tienen una tarjeta de crédito que los avala. La tira muestra una aristocracia donde se muestra claramente que no les importa los demás, no les importa lo social. No ven a los demás. No son parte de una sociedad. No son parejas con divorcios, son parejas con negocios. Mi personaje se hace la ciega, la que no pasa nada. Como en muchas historias que escuché cuando investigaba. Cuando les pasan estas cosas, arman delirios para no reconocer que sus maridos las engañan.”
Una chica de carrera. La obsesividad que Bredice relata muy suelta de cuerpo, mientras el chofer del auto dispuesto por el canal nos conduce a buscar a su hijo Indio, quizás tenga correlación con su currículum. Hizo su primera película a los 16 años, y desde entonces trabajó con Marcelo Piñeiro, con Fabián Bielinski... Y con Francis Ford Coppola, que la eligió como parte del elenco argentino para Tetro.
“Coppola fue una prueba muy difícil. Tiene un temperamento muy fuerte, lo que no le gustaba te lo decía y siempre tenía razón. Había que estar muy atento, repetir muchas veces las mismas tomas. Yo fui con mucha humildad, y él un día me dijo ‘vuelvo a creer en las actrices porque te veo trabajar’. Para mí eso era como tocar el cielo con las manos. Pero cosas como ésas, en la vida, después llegás a tu casa, las comentás y no te dan ni bola.”
—¿Y la película qué te pareció?
—La vi porque me la regaló una amiga que la compró en la calle. La verdad, es tan emocionante el proceso de haber hecho la película que no puedo ser clara en cuanto a si la historia está bien contada. Además, a él le robaron la historia de la computadora... Más allá de la película, la experiencia de haber trabajado con él fue como si alguien muy espiritual conoce al Dalai Lama. El me contaba historias de Marlon Brando, de su familia. Es un tipo muy campechano, re tano. Yo llegaba y él me decía que me acercara, que le contara qué había hecho en el día. Me ha pasado de trabajar con directores jóvenes que son soberbios, y encontrar tanta humildad en un genio como él me enseñó muchísimo.
En cuarenta y cinco minutos el coche pudo avanzar dos kilómetros y pico. Bredice está atenta a si llegará a tiempo a buscar a su hijo. Hay un instante en que le presta más atención al tránsito infernal que al entrevistador, quien comprende y anuncia el final, se despide, se baja en medio del embotellamiento y piensa que Bredice, una nerd de la actuación, podría aprovechar el tránsito porteño para investigar si algún día protagoniza la adaptación de La autopista del sur, de Julio Cortázar.
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“Como madre me veo un poco miedosa”
Cuando se le pregunta si este 2011 va a hacer algo más que su trabajo en la tira, Bredice niega con la cabeza. “Yo tengo mi hijito, Indio. Tengo necesidad de estar con él y él de estar conmigo. De repente me llama y me dice que tal parte de La guerra de las galaxias le da miedo y la quiere ver conmigo, imaginate.”
—¿Cómo te ves como madre?
—Un poco miedosa. Quiero que las cosas estén bien. Soy estricta.
—Fuiste una joven liberal, y ahora te definís como estricta...
—Es cierto, pero no me aburguesé: me hice madre. Mis hermanas me dicen: “¡Pero, Leticia, no lo cuides tanto!”. Indio tiene cinco años, y agarra a las primas si están por tocar algo y les dice: “No, no, Charo, eso no se toca”. Es muy cuidador. Le explico números, el abecedario, y en el Mundial me puse a explicarle lo que es el mundo y los países. Una amiga que estaba me dice: “¡Pará, nena, decile que se ponga la camiseta de Argentina y listo!”. Lo que me importa es que sea un chico de trabajo, de bien, de respeto, que salude. El siempre va a los canales, entra en los estudios y saluda a todos. Se queda a un costadito, mira todo, mientras otros nenes apenas entran se ponen a correr por todos lados.
—¿No te pone tensa tanto cuidado?
—Me relajo, pero lo miro. Me parece que no hay mejor persona para cuidar a un hijo que una madre. Lo que sí, yo voy a darle besos todo el tiempo y él ya me dice: “Basta de besos”.
—¿Harías desnudos ahora que sos madre?
—No me detengo a pensar en eso, no es un conflicto. Si una escena que tiene que ver con el desarrollo incluye un desnudo lo hago, no se me pasa por la cabeza decir que no porque tengo un hijo. No tengo el tabú del cuerpo. Igual, lo del cuerpo dura poco. Después una se transforma en una señora a la que ya no le piden que haga desnudos.
—¿Y si otros lo cargan?
—Conozco muchos hijos de actrices. Mi hijo se cría con los hijos de ellos. La verdad, él no se da cuenta. Vamos a la casa de Julieta Ortega, o pasamos la Navidad con Charly García en la casa de Palito Ortega y Evangelina Salazar, y él no sabe. De repente pongo un disco de Charly y le digo “esto lo hizo el señor que viste la otra vez”, pero él no me da bola.
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continuemos mirando ficcion,basta d mostrar el cuerpo en la tele.felicitaciones a todos aquellos q trabajan dia a dia,logrando un mejor producto para nosotros
ResponderEliminares exelente el personaje ella lo interpreta m,uy bien nunca la habia visto actuar tan bien ...
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