El creador de "Graduados" , que se estrena el lunes, por Telefe, habla del oficio de producir ficciones, de los gustos del público y de su sensación de ser un "eterno adolescente".
Sebastián Ortega tiene 38 años, y desde hace 8 sueña con una historia que, finalmente, estrenará el lunes, a las 21.15, por Telefe.
Es una comedia romántica, protagonizada por Nancy Dupláa, Daniel Hendler y Luciano Cáceres, que bajo el título Graduados, se centra en un grupo de personajes que egresaron del secundario en 1989 y a los que el azar vuelve a reunir dos décadas después. "A los 37 años, ellos están en un momento visagra de sus vidas -dice Ortega-. Los que tuvimos una adolescencia que nos marcó mucho, al acercarnos a los 40, empezamos a recordar buenos momentos del pasado".
¿Por qué te marcó tanto la adolescencia? Porque fue un momento de plenitud en cuanto a la novedad, al descubrimiento. En la infancia y la adolescencia, uno vive la vida a pleno, porque todo es una novedad. Después de los 20, uno siente que el tiempo pasa más rápido. Y no es que el tiempo pase más rápido sino que a uno le empiezan a suceder situaciones que ya no lo deslumbran tanto.
¿Qué te deslumbraba entonces? Yo pasé mi adolescencia afuera, en los Estados Unidos, y eran muchas las cosas que me deslumbraban: sacar el registro y sentir que era yo el que manejaba y decidía adónde ir, las primeras salidas, la primera experiencia sexual, el descubrimiento de mis gustos musicales. Hay gente que a medida que crece va perdiendo cierta autenticidad. Por eso quisimos que los protagonistas de Graduados vinieran de un mismo lugar, pero que en el presente, se encontraran en dos polos opuestos: Loli (Nancy Dupláa) lleva una vida sumamente estructurada y fue absorbida por el sistema, es decir, que tienen que mostrarse diferente de lo que es; Andy (Daniel Hendler) es la espontaneidad absoluta, y siempre supo que no quería una vida estructurada.
¿Cómo vivías la fama de tus padres, Palito y Evangelina? De chico, no podía ir al cine con mi viejo, y cuando salíamos a comer, sentía que me lo sacaban, porque se acercaban a pedirle fotos y autógrafos. Cuando tuve 10 u 11 años, nos fuimos a vivir a los Estados Unidos, y eso ya no existió. Yo iba al colegio con Enrique Iglesias, cuyo padre, en los `80, era una megaestrella; con el hijo de Gloria Estefan, el de Cher, el nieto de Bush... Y nadie los trataba distinto por ese motivo.
¿Cómo manejás el tema de la fama con tus hijos? Es otro tipo de situación: yo soy conocido; mi viejo era famoso. A mí, la gente me reconoce, pero con mi viejo había algo más: las chicas se mordían los dedos al verlo. Conmigo, por suerte, eso no pasa.
¿Hiciste un proceso de adaptación como el de Loli para convertirte en un productor exitoso? No. Yo, espiritualmente, me siento un eterno adolescente.
¿Cómo se conjuga eso con tu realidad actual: un empresario que tiene mucha gente a su cargo? Con buenos socios. Mi amigo Alejandro Corniola es la cabeza empresaria de Underground. Está conmigo desde el primer día, siempre apostó a mí, y me dedicó mucho tiempo. El hecho de tener un socio como él me permite poner toda mi energía en lo artístico. Igual, estoy encima de ciertos aspectos financieros, porque necesitamos que los programas se mantengan dentro del presupuesto... Pero para eso, cuento con Pablo Culell. Yo soy una persona responsable, pero siento que sigo siendo un chico, y eso me alegra, porque es lo que me abre el acceso al goce y a que la imaginación fluya.
¿Cómo analizás el alto rating que está teniendo una novela absolutamente tradicional como es "Dulce amor" (Telefe)? No lo analizo. Me parece que hay cosas que no tienen análisis. Es como querer analizar el éxito de ShowMatch (El Trece)... Es imposible, yo lo veo más por el lado del fenómeno, y los fenómenos no tienen análisis. En cuanto a Dulce amor, creo que es un programa simple y dinámico, y que la gente se enganchó con la simpleza y el dinamismo.
¿La gente es tan ecléctica como para consumir tanto propuestas simples como otras con la complejidad de "Lost", por caso? No creo que sea el mismo público.
La gente que hoy está mirando la televisión abierta no es el público del cable, salvo en casos especiales, como El hombre de tu vida o El puntero, que es un público más selecto y más quisquilloso. El público fiel a la TV abierta busca cosas más fáciles de digerir.
¿La TV abierta va a perder público? Sin duda. Ya está perdiendo público.
Y creo que es trabajo de los productores recuperarlo. Con esta serie, apunto a recuperar al público perdido en la TV abierta. Si bien Graduados es una serie simple, tiene un tratamiento muy elaborado. Como productor, siempre estoy en la búsqueda de la calidad. Así como te digo que soy un eterno adolescente, también te digo que trato de superarme, proyecto tras proyecto.
¿Qué debería hacer la TV abierta para recuperar público? Arriesgar más.
¿A qué te referís exactamente? A no tener miedo a hacer algo nuevo, a presentar personajes diferentes, a profundizar en una tira.
¿Tienen futuro las webseries? Creo que sí. Sobre todo cuando crezca el hábito de ver ficciones en el Ipad mientras se viaja en subte o en colectivo. Por eso, es bueno que los capítulos duren 15 minutos, porque ésa puede ser la duración del viaje de tu casa al trabajo.
¿Te imaginás produciéndolas? Sí, totalmente. La ficción es ficción.
Pueden ser cuentos cortos, historias largas, tiras, unitarios... A mí me gusta contar historias. Siempre comienzo pensando en los personajes, y a partir de uno o dos de ellos, se me va ocurriendo la historia, porque no es lo mismo que le pase una desgracia a un vigilante o a una madre con dos hijos, por ejemplo.
Graduados nació a partir de un personaje que decide no crecer más.
El personaje del paseaperros...
Sí, ése es un oficio que fue creciendo, pero a mí me llamó la atención desde que empezaron a verse los paseaperros.... Son personajes muy lindos, igual que los chicos de los delivery, que reparten pizzas y empanadas por la ciudad... Son personajes callejeros, y creo que en la calle están las mejores historias.
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